En un vuelo comercial transatlántico viajan dos maricones. Un rato después, uno le propone al otro:
"Alonso, hagamos el amor".
"¡Pero cómo se te ocurre, no ves que está lleno de pasajeros!", le responde el otro con voz amanerada.
"Pero si están todos durmiendo..."
Y, al decirlo, se levanta de su asiento, mira para todos lados y grita:
"¿Alguien tiene fuego?"
Ningún pasajero responde.
"¿Viste?", le reclama. "Están todos dormidos. Nadie respondió".
"Bueno", acepta el otro. "Hagámoslo".
Y comienzan:
¡Ahhhh, ohhhh, uhhhh! Toda la noche.
Al otro día, una de las azafatas, al ver a un pasajero que se oprime la cara con una mueca de dolor, se acerca y le pregunta qué le sucede:
"Lo que sucede es que me duele la muela desde anoche", responde el viajero.
"¿Desde anoche?", se asombra la aeromoza. "¿Y por qué no me pidió una pastilla para el dolor?"
¿"¿Está loca?", responde indignado el pasajero. "¡Anoche alguien pidió fuego y se lo afilaron hasta hoy en la madrugada!"